Diario de una naranja completa - Capítulo XVII
- Gianni Berroteran
- 13 ene 2024
- 5 Min. de lectura
Las siguientes semanas fueron bastante difíciles a nivel emocional.
Por un lado, decidí aislarme otra vez de mi grupo de amigos, porque ellos seguían con su
vida y divirtiéndose, pero yo sabía que eso me iba a llevar a espacios en los que me
expondría al alcohol, y luego a decir cosas de las que me podría arrepentir.
Por otro lado, seguía teniendo información de mi ex pareja, porque de cierta forma yo aún
permitía que me llegara. Y aunque en la terapia sentía que avanzada, que podía gestionar
mejor mis emociones, y que ya no me moría del dolor como al principio; sin darme cuenta
todavía estaba bloqueada en la negociación, que es ese etapa en la que hay una esperanza
de que las cosas se solucionen volviendo con esa persona.

La parte de mí, conectada con mi dignidad, decía que “no quería estar con un hombre que se estuviera comportando como mi ex en ese momento”, pero por otro lado yo no dejaba de hablar de él en las sesiones.
Recuerdo un día en el que le estaba contando a mi terapeuta que la noche anterior él me había llevado a mi casa, porque habíamos coincidido en un trabajo, y como él se quedó con la moto que compramos juntos, porque yo no la sabía manejar, le había pedido que me llevara a mi casa para ahorrarme el taxi (en esa ciudad y a esas horas de la noche eran
bastante costosos; yo tenía para pagarlo, pero obvio que quería tener más contacto con èl), y recuerdo que al bajarme de la moto y caminar hacia la puerta del edificio, él se reflejaba en las ventanas de la puerta principal, y me di cuenta de que se había quedado sentado en la moto sin arrancar, viéndome por mucho más tiempo de lo que normalmente lo habría hecho.
Por supuesto mi mente, desde la negociación y la idealización, pensó que lo había hecho
por alguna razón más allá de quizás esperar a que yo entrara sana y salva al vestíbulo del
edificio; o simplemente quedarse pensando en algo que nada tenía que ver con que se
hubiese arrepentido de haber terminado conmigo.
Pasé toda la consulta terapéutica hablando de posibles razones por las que hizo eso, y por
supuesto que todas tenían que ver con que quizás estaba arrepintiendo. Mi terapeuta que
se caracterizaba por ser bastante sincera, algo que agradezco, enseguida me aterrizó
ayudándome a ver que yo seguía enganchada desde la esperanza de la etapa de
negociación, cuando a nivel consciente yo decía que no. Luego pasó algo inesperado que
me ayudó a darme cuenta de esto.
Estábamos en vísperas de Navidad, con muchísimo trabajo por hacer como artista,
sabiendo que quizás ese 24 de diciembre me lo iba a encontrar en la reunión que
hacíamos todos los latinos para sentirnos en familia ese día.

Una noche, mi compañera de apartamento, que seguía siendo muy amiga de él también, regresó a la casa con un regalo. Una de sus características era ser una persona sin filtro y bastante realista, así que me dijo lo siguiente: “Este regalo es para ti y te lo envía tu ex, él
me pidió que no te dijera que había sido él, pero realmente me parece tonto no decírtelo.”
Por supuesto que me quedé congelada, jamás me habría esperado que luego de todo lo que había sucedido en estos 4 meses de ruptura, él mi hubiese enviado un regalo de Navidad. Empezaron a sonar 1000 preguntas en mi cabeza: ¿Qué significa esto?, ¿porque lo está haciendo?, ¿por qué se tomó el tiempo de comprarme un regalo?, ¿está tratando de
decirme algo?, ¿por qué no querría que ella me dijera que fue él?. Mi mente volaba,
realmente necesitaba respuestas. Me sentida muy confundía e incómoda, pero no podía
negar que estaba feliz por esto.
Un par de días después unas amigas me invitaron a salir y les dije que sí; claro, la
motivación había vuelto. Me encontré con una de ellas en el sitio y lo primero que hice fue
contarle lo del regalo, y obvio que se lo conté desde la perspectiva de que esto solamente
podía significar que se estaba arrepintiendo de haber terminado conmigo.
Todo lo que había avanzado en estos meses en relación a no sentirme dependiente de que
él me eligiera para yo ser feliz, con esta situación se perdió. Ahí estaba yo otra vez, súper
conectada a la esperanza, una que obviamente no estaba basada en lo que estaba
sucediendo (el intento de regalo secreto, que podía significar muchas cosas y no solo lo
que yo quería que significara); sino que se basaba en una idealización que yo había hecho
para llenar los huecos de la información que aún no tenía.
Días después, algunos nos reunimos en casa de uno de los chicos del grupo, y mi amiga (la
que me había dado información de mi ex y de la que algunas personas me advertían de
que tenía algo romántico con él) también fue a la reunión. Así que, desde mi inmadurez,
quise buscarle conversación para contarle lo del regalo y ver su reacción, pensando que
quizás esto me podría dar una pista de si era real lo que decía la gente. Repito: Nos
inventamos unas novelas de formas tan innecesarias y dañinas con nosotras mismas,
pensando que somos muy inteligentes al hacerlo.

Le pedí a esta amiga que me acompañara a la cocina para contarle algo, y le dije que mi ex me había enviado un regalo con mi compañera de apartamento, y que le había pedido que fuera en secreto, pero que ella me había contado que fue él; se lo dije mostrándole mucha emoción por esto, aunque ya al haberlo hablado con mi terapeuta, de nuevo ella me había
aterrizado al hecho de que eso no tenía que haber significado absolutamente nada, si él no había hecho otro movimiento después de eso.
Lo que yo no sabía es que la que se iba a llevar el balde de agua fría era yo cuando mi amiga me contestó: “No Gia, créeme que su intención no era demostrarte que está arrepentido, simplemente quería enviarte un regalo de Navidad porque sabe que la estás pasando mal; yo estaba con él cuando lo compró”
Ya se imaginarán lo tonta que me sentí, ahora solo pensaban en que ella le podía decir
que yo estaba demasiado ilusionada con su regalo, y lo mucho que se iban a compadecer
los dos de mí por haberme sentido así. Pero lo que más sentía era rabia; rabia porque su
intención, según ella, para enviarme un regalo había sido que “yo la estaba pasando mal”,
me molestó mucho sentir que me tenía lástima; tanto que agarré la ropa que me había
regalado cuando llegué a casa, la metí en una bolsa y la guardé en el fondo del clóset, no la
quería ver más.

Por supuesto pasé de la esperanza de la negociación a volver a sentir mucho dolor; y es
que ese es el peligro de romper el contacto cero durante el duelo; hablar con esa persona,
ver sus fotos, saber qué hace, permitir que te hablen de él/ella,etc... te va a devolver a la
negociación; y luego de la negociación inevitablemente se vuelve a caer en el dolor,
cuando te das cuenta de que esa esperanza no era real.
Ojalá lo hubieses sabido para ser más responsable con mi duelo, con la historia que me
estába contando y con las novelas que estaba alimentando.
Definitivamente el contacto cero es tu mejor aliado, cuando tu mente te hace aferrarte a las migajas de amor y no te das cuenta cuando tus estándares están tan bajos 😔 pierde de vista tu valor, tu progreso. Me resuena eso que escribiste: “Todo lo que había avanzado en estos meses en relación al no sentirme dependiente de que
él me eligiera para yo ser feliz, con esta situación se perdió.”
Ahora soy consciente de que debo elegirme, Dios ya me eligió y puedo ser feliz aún al saber que otras personas no me eligen. Gracias Gia