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Diario de una Naranja Completa - Capítulo X

Actualizado: 2 may 2024

Desde que me enteré de que mi ex estaba saliendo con una nueva conquista (o varias,

según me contaban) empecé a aislarme, ya no salía, solo quería estar encerrada en mi

cuarto llorando.


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Como artista, en una ciudad como Marrakech, sueles tener muchas ventajas para poder ir a fiestas y eventos por invitación; así que todo el gremio artístico siempre, al terminar de trabajar en sus shows, nos íbamos a los lounges y discotecas de turno a seguir disfrutando

la noche.


Yo tenía pánico de encontrármelo, pensaba que me iba a sentir más destrozada de lo que ya estaba.

Por esos días, en los que me paraba de la cama solo para ir a trabajar y volver a ella, una amiga de mi mamá, que siempre ha sido como de la familia me escribió para preguntarme cómo me sentía; su hija había salido de un divorcio hace unos meses atrás, y ella dándose cuenta de lo mal que yo estaba y de que cada vez me ponía peor, me recomendó hacer terapia; me dijo que eso había ayudado mucho a su hija a poder atravesar su duelo de una forma más saludable.


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Gracias a que en mi casa nunca se estigmatizó la terapia, ni nunca fue un tabú, me pareció una buena idea, porque en mi cabeza la conversación interna siempre era: “yo puedo sola, tengo que poder”, “He podido con muchas cosas y con esto también puedo”; pero la verdad es que ya era momento de sincerarme conmigo misma y aceptar que yo NO estaba pudiendo sola.


Así que entre varias opciones de terapia que me recomendaron y que yo busqué, sentí que hice CLICK con una terapeuta con la que inicié el trabajo de atender lo que me estaba sucediendo.


En esa primera sesión no paré de llorar, ahora me pregunto: cómo pudo la terapeuta

entenderme, porque desde el minuto 1 me desbordé en llanto sin parar.

Tenía tanto atravesado en la garganta, tenía tanta rabia y dolor que no sabía cómo

gestionar, que simplemente el hecho de que ella me haya escuchado sin juzgarme, sin

criticarme, incluso ayudándome a darle una perspectiva diferente fue sumamente

liberador.


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Después de unas cuantas sesiones me diagnóstico un cuadro depresivo asociado al proceso del duelo; al principio me asusté por la palabra “depresión”, pero no era un

trastorno, era producto de la ruptura y de un proceso de duelo alimentado por un sistema de creencias muy dañino sobre el amor, la relaciones y mi valía como mujer.


Todavía recuerdo algo que me pidió hacer y que en su momento me hizo molestar con ella por habérmelo pedido (ahora luego de tanto tiempo y sobre todo desde mi posición como Coach de relaciones entiendo su razón de pedirme que lo hiciera).

En una de las sesiones ella me preguntó si yo estaba totalmente segura de que él no

quería volver conmigo. Yo le dije que si, que era obvio que no quería, ya que estaba

saliendo con otras personas y estaba disfrutando su libertad, a lo que ella me preguntó

que entonces por qué yo seguía teniendo esperanza de que volviera.


Claro, yo no me había dado cuenta de que tenía esperanzas, evidentemente yo iba

surfeando entre las etapas del duelo y últimamente había estado mucho más en la

negociación, que es esa etapa en la que nuestro cerebro nos lleva a conectar con ideas de

“cómo solucionar el problema”, nos lleva a tomar decisiones como: buscar excusas para

retomar el contacto, buscar excusas para reencontrarnos; y quizás mi terapeuta lo que

necesitaba era que yo entendiera que esa negociación no dependía solo de mí, sino de

que él también quisiera volver conmigo. Así que me pidió que hablara con él.


Por si no lo sabían, habíamos empezado a trabajar juntos de nuevo en el mismo show de

antes de la ruptura, así que me tocaba verlo otra vez todas las noches; y mi terapeuta me

recomendó que le pidiera tener una conversación en la que le propusiera volver e

intentarlo de nuevo.


Esa noche fui a trabajar movida por la negociación; si, le tenía mucho miedo a su

respuesta, pero de cierta forma creo que pensé que yo quería pedirle esto desde que

terminamos, solo que tenia miedo de hacerlo, y al verme respaldada por ella sentí que era

lo correcto.


Esperé pacientemente a que mi ex llegara esa noche al camerino del show, y cuando vi

que iba a tomar su cena, le propuse acompañarlo en el comedor, porque estaba vacío y así

podríamos tener un poco más de privacidad. Con una cara muy seria y algo intrigado, me

dijo que sí.


Yo pensaba que luego de cinco años juntos y todo lo que habíamos atravesado estos

meses separados, quizás nos podían haber ayudado a darnos cuenta de nuestros errores,

y así poder plantearnos intentarlo de nuevo.


Nos sentamos en el comedor y él enseguida empezó a comer; ahora entiendo que desde

su apego evitativo, la actitud que él tenía conmigo era para proteger su vulnerabilidad,

pero en ese momento no lo sabía, y para mí fue muy rudo hablar con él sin que hiciera

contacto visual conmigo, que tuviese una actitud súper cerrada e incluso despectiva hacia

mí. Jamás voy a olvidar su cara en el momento en el que, luego de decir varias cosas dije la

frase: “así que me gustaría saber si quisieras que lo intentáramos de nuevo”.

Puñal directo al corazón, cuando levantó la mirada por primera vez en toda la

conversación, me voy a los ojos, puso cara de desagrado y dijo que no.

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Pocos momentos en mi vida han sido tan vergonzosos y humillantes, él simplemente

siguió comiendo y yo le di las gracias por escucharme y me regresé a mi camerino,

aguantando todo el torbellino de emociones que se me venían encima, apenas 30 minutos antes de empezar el show.


Estaba muy molesta conmigo, muy molesta con él por hacerme sentir como cualquier cosa, muy molesta con mi terapeuta; ¿cómo se le habría ocurrido mandarme a hacer semejante tontería?, era obvio que él iba a decir que no, ¿por qué mi terapeuta me había mandado a humillarme esta forma?


Mis compañeras del show me ayudaron a calmarme, a maquillarme y arreglarme lo antes

posible para salir a amenizar la cena de un montón de desconocidos que esperaban

deleitarse con nuestro arte, mientras pasé toda la noche compartiendo el escenario con él,

totalmente avergonzada y lastimada, fingiendo una sonrisa pero con el corazón aún más

destrozado que antes.



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