Capítulo L - Se acabo este capítulo.
- Gianni Berroteran
- 28 sept 2024
- 6 Min. de lectura

Luego de mi Cumpleaños ya nos pusimos serios a planificar nuestro encuentro, todas mis intenciones económicas (a parte de mis estudios) estaban dirigidas a poder viajar de regreso a Venezuela.
Yo necesitaba organizar mis papeles, ya que por el problema político de mi país, desde 2018 los venezolanos en Marruecos quedamos en un limbo legal, y aunque teníamos un permiso especial, no podíamos renovar pasaportes en la embajada. Así que para salir de Marruecos solo podía viajar a mi país con un pasaporte vencido.
Mi novio también tenía intenciones de ir a Venezuela por un negocio que iba a iniciar en Caracas. El vivía desde finales de 2019 en Colombia, pero también es caraqueño como yo. Así que ese iba a ser el punto de encuentro.
Con mucho esfuerzo por parte de los 2 logramos conseguir el dinero para mi boleto, lo que me hizo sentir muy amada, porque él se movió con muchas cosas para que yo pudiera llegar a él.
Yo estaba acostumbrada a ser la que se movía siempre hacia el otro, y hacía que las cosas pasaran. Esta vez se sintió muy bien descansar en una persona que con una energía masculina muy saludable se encargó prácticamente de todo.
Así que ya estaba decidido, nos encontraríamos en septiembre de ese año.(2021)
Ya era oficial, mi etapa de casi 6 años en Marruecos iba a terminar, y fue cuando me di cuenta de que necesitaba disfrutar este par de meses al máximo.
Tenía miedo por volver a mi país después de tanto tiempo. No sabía con qué me iba a encontrar (la última vez que había ido fue en 2016 en unas vacaciones), estaba emocionada por ver a mi papá y amigos. Iba a mudarme a una zona que no era en la que crecí, aunque era muy buena. Pero sobre todo iba a vivir con mi novio, al que tendría 7 meses conociendo solo digitalmente para el momento del encuentro.
Retomé sesiones con mi terapeuta, y empezamos a trabajar mis expectativas. Yo estaba muy enamorada y feliz con mi decisión, pero al mismo tiempo no idealizaba la situación, y esto era algo que hablaba con mi novio; si al encontrarnos no funcionaba yo sabía que tendría otras oportunidades y cosas en las que enfocarme. Esta relación no era mi vida, y aunque era muy importante, no era lo más importante (cosa que si me pasaba con mis relaciones pasadas), así que eso me daba paz, y tendría a mi papá cerca por si acaso.

Esos meses en Marruecos fueron en los que viví más presente. Mi amiga Marroquí, que se convirtió en mi hermana y amo con todo mi corazón, es muy viajera; así que planificó varios viajes en sitios turísticos del país que yo aún no conocía. Lo que fue la despedida perfecta. Gracias por ser mi familia y mi bastón ese último año tan difícil mi Sabah.
Me tocó avisar en mis grupos de trabajo, que contarían conmigo hasta septiembre; así que les ayudé a buscar otras artistas que pudieran reemplazarme en los shows y las clases de danza.
Mis amigos que me acompañaron durante todos esos años, aunque nuestra relación había cambiado, se acercaron a su manera para despedirse. Me organizaron varios despedidas de hecho, y aunque me preguntaban si tenía miedo o me decían lo valiente que era, la verdad es que si tenía miedo (no sería natural no sentirlo), pero estaba más entusiasmada por lo que vendría nuevo, que triste por lo que dejaba atrás.
Le escribí un correo de agradecimiento a mi Jefe Marroquí por confiar en mí por tantos años para ser una de sus artista, y eventualmente directora artística de su restaurante y lounge. Ese trabajo me hizo crecer de formas inimaginables, como artista, pero más como persona.
El día que hice mis maletas para irme, fue cuando me di cuanta de lo tanto que debía dejar atrás. Meter 6 años en 2 maletas de 23k es imposible; mucho me dolía dejarlo, pero sabía que debía desprenderme para hacer espacio para lo nuevo, incluso sin ninguna certeza de qué pasaría, solo sabía que yo tenía TODA la capacidad de construir algo nuevo, así como lo hice en 2015 cuando dejé mi vida y mi país atrás para llegar a Marruecos.
Faltando un par de días para ya irme, me escribió mi ex, con el que había estado comprometida. No me lo esperaba, no teníamos una mala relación ni nada, pero nunca hablábamos. Me dejó unos mensajes diciéndome que agradecía todo lo que habíamos vivido, que agradecía lo que aprendimos juntos, que lamentaba lo malo y que me deseaba un feliz viaje. Y allí si me puse a llorar.

Mi amiga que estaba conmigo me preguntó si lloraba de tristeza o porque lo extrañaba; pero no, no era eso; ya yo había dejado de verlo de esa forma hace mucho tiempo. Pero creo que fue en ese momento en el que me di cuenta de que el ciclo se cerraba. Ese mensaje de él fue como un: “Hasta aquí llegó Marruecos”.
Wow, fue liberador dejarme sentir un duelo por ese país que aún siento como mi segunda casa, y que me vió convertirme en mujer, porque aunque llegué con 25 años, y me fui de 32; yo aún era una niña perdida tratando de entender la vida; y vaya que me transformó. Mi novio y yo estábamos muy contentos contando los días para encontrarnos, la emoción no me cabía en el cuerpo. Mi vuelo salía de Casablanca (otra ciudad, en la que vivía un GRAN amigo, y mi hermano que también es músico y trabaja como artista con otro grupo), así que le pedí a Sabah que se viniera conmigo un día antes para que me despidiera en el aeropuerto.
Llegamos una noche antes del vuelo, nos encontramos con mi hermano y mi amigo para hacer la despedida que me faltaba, momento que atesoro mucho, porque ese amigo fue quien me buscó en el aeropuerto al llegar a Marruecos, y fue el que me despidió al irme.
En la mañana nos despertamos temprano para ir a desayunar juntos, y luego cogimos camino a tomar mi vuelo. Aunque fue triste decirles adiós, mi felicidad por conocer a mi novio en persona era muchos más grande. Mi primer vuelo fue Marruecos-Turquía, fue corto y allí pude escribirle a mi novio al llegar a Estambul que todo iba bien. Estuvimos hablando durante el tiempo de escala, pero ya luego me tocó abordar un vuelo de Turquía- Cuba- Venezuela de más de 11 horas.
Desde que subí al avión no tuve más señal para comunicarnos. El vuelo estuvo bien, para ser un vuelo tan largo en clase económica. Pedí vino, vi películas, dormí un poco porque a mi se me hace muy difícil hacerlo en un avión. Traía en mi equipaje de mano ropa para cambiarme antes de aterrizar, porque quería verme bien al conocerlo en persona.
Llegamos a Venezuela, y el sentimiento al ver las playas que rodean el aeropuerto de mi país fue indescriptible. Lloré mucho por lo que dejaba atrás, por reencontrarme con mi tierra, sentirme en casa es algo que tenía mucho tiempo sin sentir como extranjera; pero lloré de emoción también porque ya estaba a escasos momentos de encontrarme con él.
Me bajé del avión esperando encontrar algo de señal, pero nada. Nos tocó hacer fila y esperar para hacernos un test de COVID antes de pasar a migración. Todo se me hacía muy lento, y lo fue; pero más que todo mi angustia era que no sabía nada de él.
El me dijo que estaría a la hora de mi llegada afuera esperando, pero mi vuelo se retrasó, y luego con todos estos protocolos ya había pasado mucho tiempo.
Al llegar a buscar mis maletas, había otro retraso más, y mi ansiedad estaba ya por la nubes. Yo necesitaba comunicarme con él para decirle que había llegado bien y confirmar que me estaba esperando.

Pregunté al personal del aeropuerto, pero solo me decían que probara las redes Wifi que ofrecía el aeropuerto, pero ya tenía más de 1 hora enviándole mensajes y no le llegaban. Ya sentada en el suelo, rodeada de mucha gente esperando que salieran las maletas, mi celular vibró.
Alguna de las redes Wifi a las que me pegué funcionó por unos instantes y él leyó mi mensaje. Alcanzó a decirme: “Tranquila, estoy aquí esperándote” y para mí fue suficiente para sentir paz de nuevo. Los mensajes dejaron de salir de otra vez, pero ya nos habíamos comunicado. En un momento empezaron a salir las maletas y ya estábamos cada vez más cerca de encontrarnos.
Tomé mis maletas, las subí a un carrito de del aeropuerto y me dispuse a salir; en el trayecto pasaron mil cosas por mi mente… yo solo me repetía: respira, todo va a estar bien.
(Continuará…)

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