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Capitulo XLI - Sanación, navidad y reconstrucción.


La madurez emocional y la construcción de un nuevo nivel de consciencia pueden sentirse como un camino muy solitario, porque irremediablemente dejas de resonar con mucho de lo que te identificaba antes, incluso con tus personas cercanas...


La terapia había sido VITAL para yo poder transitar 2 duelos tan dolorosos de estas

relaciones de dependencia dañina, ya que la narrativa en tu cabeza sobre este tipo de

vínculos puede ser muy tóxica; la sensación de insuficiencia, la comparación constante y la culpa por no haber podido “convencer” al otro de elegirte, pueden bloquearte en un proceso de duelo por años, afectando de forma significativa tu auto percepción y por ende tu autoestima.


Así que poder aterrizar este lenguaje interno catastrófico cada vez que aparecía, y caer

menos en el hoyo gracias a el nuevo criterio que había construido sobre el amor, las

relaciones interpersonales y mi mundo emocional, me estaban llevando a darme cuenta

de que mi identidad estaba cambiando. Ya no me interesaba por las mismas cosas, y había

empezado a darle prioridad a otros aspectos de mi vida como: mi proyecto nuevo, mi

descanso, ser más selectiva con mi círculo cercano, ya que eso afectaba directamente mi

mundo emocional y lo cómoda que me pudiera sentir.


Es decir empecé a maternarme y cuidar mi bienestar de una forma más consciente.

También me ayudó el hecho de que las pocas personas con acceso directo a mi, estuvieran

en la misma onda. Pero no me había dado cuenta de esto sino hasta que llegó diciembre.


Como todos los años los latinos nos uníamos para celebrar juntos como familia; y esta sería otra Navidad agridulce como la del 2018 donde también estaba reciente una ruptura. Y creo que por eso decidí pasar el 24 en la fiesta que mis compañeros latinos habían organizado. Mi mejor amiga marroquí no celebraba la Navidad así que se me hizo buena

idea reencontrarme con esta gente que habia estado en mi vida tanto tiempo, pero que tenía meses sin ver del todo.


Ese día teníamos el show de Navidad en el hotel donde había estado ensayando, y ya de por si comenzaba a sentirme fuera de lugar, porque aunque quería mucho a la gente con la que estaba trabajando, no los sentía como a mis compañeros de apartamento, y como a este chico que se había ido. Pensé que al llegar a la fiesta con mis otros amigos me sentiría mejor.


Pasó el show, y ya estábamos libres para irnos a celebrar. Llegué a una villa súper linda

que habían alquilado y me dio mucho gusto encontrarme con tanta gente que era

importante para mí, y con la que había compartido estos 5 años de aventuras en

Marruecos, y aunque enseguida empecé a divertirme mucho, esos días siempre están

plagados de nostalgia, primero por tener a la familia tan lejos y de paso porque la Navidad

pasada había estado acompañada por él; y el vacío comenzó a sentirse de nuevo.


Me dio miedo sentirlo porque yo creía que ya estaba superándolo, tenía varias semanas pudiendo gestionar el duelo sin que me tumbara en la cama, pero ese día fue muy duro.

Ahora entiendo que no estaba “recayendo o retrocediendo”; hay estímulos externos (como festividades y tradiciones) que pueden hacerte conectar con la nostalgia y la tristeza, y eso está bien.


Yo intenté no pensarlo tanto, pero la verdad fue una tarea muy difícil; sobre todo viendo a muchas personas en pareja a mi alrededor, incluso a mi ex (el del primer duelo de este diario) con su nueva novia, todos parecían muy felices y pasándola genial.


Justo allí empecé a arrepentirme de no estar en la casa de mi amiga arropada y viendo una

peli con ella. Ya no sentía la confianza con la mayoría de ellos de abrirme emocionalmente

y contarles lo que me pasaba. Los quería y los quiero con toda mi alma, pero me di cuenta

de que no todo el mundo puede ser un lugar seguro a nivel emocional; que hay amigos

para eso y otros para las cosas más superficiales de la vida, y mis amigos de antes se

habían quedado ya en el segundo grupo.


Darme cuenta de eso me hizo sentir aún más sola, y cuando eso pasa me dan muchas ganas de irme a un lugar privado a estar conmigo y mis emociones, pero al ser tantos en una villa alquilada, me había tocado compartir habitación con otras chicas; por lo que al esa no ser una opción, decidí que iba a buscar lo positivo en la situación, y tratar de disfrutar esto que estaba viviendo, que aunque no era lo ideal, era lo que había.


Me dije que sería una noche de disfrute porque me gusta la Navidad, y que al día siguiente podría llegar a casa con mi amiga y desahogarme si aún seguía sintiéndome igual.


Ya pasadas las 12 de la medianoche, y habiendo logrado sentirme más a gusto, uno de mis

amigos que era muy cercano con este chico, hizo una video llamada con él; y en un

momento distraída bailando con mis amigos, me pasó su teléfono y me dijo que alguien

me quería saludar.


Cuando vi la cara de este chico me quedé petrificada, no sabía que decirle; y ahí estaba él

tan sonriente y divertido como siempre, me saludó y me deseó feliz Navidad, tuvimos una

conversación cordial como si nada hubiera pasado, y luego cuando ya no supe más que

decir me despedí y le devolví el teléfono a mi amigo. No sabía si él le había pedido a mi

amigo hablar conmigo o si mi amigo decidió pasármelo a modo de broma.


Y allí empezó mi mente a divagar desde la negociación: “¿Será que me extraña?, ¿Quería

hablarme?, ¿Quería verme?”. Obvio que sentí un subidón de dopamina que me puso de

buen ánimo; y una de mis amigas me dijo: “Qué cambio, luego de hablar con él eres otra”.


Esas palabras resonaron en mi cabeza de una forma no muy positiva, porque me di cuenta

de que la dependencia emocional se había hecho presente; yo no quería que mi bienestar

emocional dependiera de él, y se me espichó el globo, porque qué pasaría si al día

siguiente él no apareciera, como todos estos meses, ¿me estaba contando una historia

idealizada como resultado de este contacto?


La respuesta fue SI. Este contacto no significaba nada de lo que mi mente me decía, si el

quisiera verme o hablarme me habría llamado a mi directamente, y no lo habría hecho

solo este día; y ver esto si que fue demasiado para mi corazón. Cuando te das cuenta de la

realidad es inevitable re visitar la etapa del dolor del duelo, una que había logrado

esquivar por varias semanas, pero que por las circunstancias de ese día y por el contacto

cero que se había roto, había reaparecido.


Me fui a dormir, ya no tenía más energía ni ganas de fingir que todo estaba bien. Fue una

Navidad extraña y que desde ese día me prometí no volver a vivir de la misma forma.




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