Diario de una Naranja Completa - Capítulo VI
- Gianni Berroteran
- 21 oct 2023
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 2 may 2024
¿Qué se hace para tomar una decisión tan definitiva como irte de la casa que compartiste
por tanto tiempo con tu pareja de 5 años?
Todo en mi gritaba: “quédate, si te quedas tienes la posibilidad de recuperarlo”.
Pero quedarme también representaba seguir perpetuando el sufrimiento, el sufrimiento
de verle ser indiferente a mí, el sufrimiento de no saber qué hacía ni con quién, el
sufrimiento de compartir una cama con una persona que ya no quería compartir su vida
conmigo.
Para mí fueron suficientes esas 2 semanas de sentir la angustia y la ansiedad más grande,
como para pararme un día y decir “basta”; si me quedo, yo estoy siendo cómplice de este
sufrimiento.

Fue una conversación interna, muy difícil, muy complicada entre la parte de mí que
pensaba que si me iba podía significar perder toda esperanza, y la otra parte de mi que
pensaba que si me iba él podría extrañarme; y ahora que lo pienso, creo que fue desde allí
que tomé la decisión.
Cuando el camión de mudanza llegó al edificio de mi amiga, no sé de dónde saqué fuerzas para bajarme y en automático empezar a organizar las cosas para subirlas a su apartamento, me sentía extraña, me sentía fuera de lugar, me sentía desolada, como si nada me motivara; así como cuando nada de lo que se te presenta logra ser mejor que eso que dejaste atrás.
Nos comenzamos a instalar, y enseguida mi mente empezó a pensar en todos los contras
de haberme mudado allí: no era una zona céntrica, tampoco una zona bonita, el
apartamento era pequeño, conseguir transporte público era difícil, etc... y cualquier
cantidad de cosas que mi mente me decía para quizás convencerme de devolverme al
apartamento.
Pero para serte sincera, yo solo esperaba que me llegara un mensaje de él cuando se diera
cuenta de que ya yo no estaba allí; quería que leyera la nota que le dejé con el anillo de
compromiso y que se sintiera culpable.
De alguna forma, quería que sintiera el mismo dolor que yo estaba sintiendo, pero él
estaba demasiado ocupado viviendo una libertad que quizás estaba esperando
experimentar desde hace mucho.

Como a las 10:00pm recibí un mensaje que decía: “¿te fuiste?”.
Desde que habíamos terminado cada vez que recibía un mensaje de él mi corazón saltaba.
Le dije que sí, que necesitaba irme de allí, que ya no soportaba esta dinámica que teníamos tan diferente a lo que habíamos vivido durante cinco años; no mencionó lo del anillo, seguramente su dignidad no lo dejó hacerlo; me preguntó si yo estaba bien, y un
ápice de emoción, por sentir que le importaba, me llevó a decirle dónde y con quién estaba; pero luego la conversación quedó allí, y eso me hizo sentir aún más dolida, porque
me di cuenta de que haberme ido no le hizo sentir que perdió nada.
Creo que fue el momento en que entendí que realmente se había acabado; varias mujeres
de nuestro grupo de amigos, vinieron a acompañarme en la mudanza, a escucharme
mientras lloraba y descargaba mi rabia y mi dolor; tratando de entender con quién estaba,
qué hacía, si realmente no había marcha atrás, si había algo que yo pudiera hacer; me
costaba mucho aceptar que esta historia hubiese llegado a su fin luego de tanto empeño y
esfuerzo para que funcionara.
No podía ser el final, no tenía lógica para mí, qué podía hacer, qué tenía que hacer yo para
arreglar esta situación...





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