Capítulo XXX - Reconciliación
- Gianni Berroteran
- 20 abr 2024
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 2 may 2024
Y como ya se hacía costumbre, pasamos un par de días “separados”, porque yo le había dicho que necesitaba más y no lo estaba recibiendo; y él lo aceptaba porque no estaba disponible emocionalmente.
Pero esta vez algo cambió, o así me lo quise creer yo (que no es lo mismo).
Esa noche, todos en la casa nos preparábamos para salir luego de trabajar, al mismo lounge de siempre.
Si te preguntas si me cruzaba con mi ex; pues si, varias veces lo hice. Pero él con su vida y sus cosas y yo con las mías, que aunque a veces me incomodaba, debo admitir que yo disfrutaba de ver como se incomodaba más él y su acompañante de turno por verme allí.
Lo sé, una batalla de egos nada saludable, pero esa era la realidad.
Volviendo a la historia, llegamos al lounge y empezamos a saludar a otros amigos artistas y a unirnos al ambiente; este chico y yo teníamos la costumbre de llegar y comprar 2 cervezas; porque aunque nos daban el alcohol gratis para muestra mesa, a veces tardaba un poco, y nosotros iniciábamos la noche así.

Ese día, como se supone que ya no estábamos “juntos”, tomé mi cartera y me fui a la barra a comprar mi cerveza. Era una noche bastante concurrida de gente, así que se me hizo fácil escurrirme entre las personas. Luego de unos minutos, al llegar a la mesa de nuevo, él se me acercó con una sonrisa tímida y me dijo: “Con que ahora así serán las cosas”, a lo que yo le respondí así como si no entendiera: “Por qué lo dices”; y fue cuando de nuevo usó ese tono de voz, y esa expresión de sentirse desplazado, que despertaba a mi salvadora interna, y me respondió: “Yo también quería mi cerveza”.
Solo eso bastó para dejarme tomar de la mano e ir con él hasta la barra para que comprara la suya. Qué habilidad tenía (seguro inconsciente) para que yo me ilusionara de nuevo con que si podíamos tener la relación “seria” que yo quería.
Lo digo entre comillas, porque una relación SERIA, no necesariamente es una relación saludable. Pero esa era la palabra que siempre había escuchado como objetivo de una relación real. Ahora entiendo que a lo que debo apuntar es a una relación sana, recíproca y de compromiso mutuo. Porque todos conocemos parejas muy “serias” (consolidadas ante el mundo), pero bastante tóxicas e insatisfactorias; hemos estado en algunas.

Se podrán imaginar todo el coqueteo de la noche. El cazador y su presa. No por nada se considera al sexo de reconciliación como algo INCREÍBLE; porque está basado en un performance que realizamos para demostrarle al otro de lo que se va a perder, además de que viene cargado de una cierta sensación de triunfo, por “recuperar” lo que se sintió perdido.
Ahora, cuando digo “Cazador y presa” no solo me refiero a la persona que está tratando de recuperar lo que dejó ir (en este caso él), sino también a la persona que mediante movimientos premeditados que detonan en el otro ciertas inseguridades, logra que las piezas se muevan a su favor (en este caso yo)
Manipulación pura de un lado y del otro, que solo puede augurar una dísfuncionalidad normalizada y aceptada por una sociedad que no sabe NADA de amor sano; pero si de apegos inseguros, control y juegos de poder.
Como ya se imaginarán, allí estaba yo, segura de que volveríamos juntos a casa, a pasar la noche con él y sentirme elegida de nuevo; cuando ya sabemos que ni eso es amor, ni representa NADA entre 2 personas que CLARAMENTE no estaban en la misma página. Pero, ¿quién le explicaba eso a mi niña interior herida?
Y así fue, una SÚPER “reconciliación”. Despertamos juntos la mañana siguiente, y nos quedamos en la cama hablando unos minutos, y se me ocurrió la idea de hacerle una pregunta que, obviamente, venía de mi necesidad de encontrar certezas en este vínculo. Por su puesto que sus palabras de la noche anterior, para mí significaban que estaba arrepentido de dejarme ir; porque “se suponía” que él sabía que yo quería compromiso; así que si estaba regresando a mi, es porque ahora si estaba dispuesto a dármelo. Omg qué nivel de ingenuidad.

Volviendo con la pregunta, me puse muy nerviosa porque no quería escuchar una respuesta negativa, pero la lancé. Le pregunté si estaba bien que le hablara a mi mamá y mi hermana sobre él. Esto para mí representaba ir a un siguiente nivel, porque creía que si aceptas que los padres de ese prospecto de pareja sepan de ti, es porque estás dispuest@ eventualmente a conocerles. Volteó a mirarme un poco sorprendido, se quedó pensando unos pocos segundos y me dijo en un tono no tan convencido, pero a la vez tratando de sonar relajado: “Siii”.
Por más que tu parte consciente quiera creerse su fantasía, el corazón y el alma (intuición) no mienten. Yo le seguí la conversación como si nada, pero algo en mi me dijo que no era el momento para hacerlo, porque se sentía insuficiente, como que luego iba a tener que forzar las cosas para que realmente funcionaran porque no me gustaría contarles sobre él, y que luego no llegáramos a nada. Les adelanto: menos mal que no lo hice.
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