top of page

Diario de una naranja completa - Capítulo XIII

Actualizado: 2 may 2024

La resaca moral y física me duró una semana, y volvió a sentirse como el punto más bajo de

ese hueco oscuro del que pensé que ya estaba saliendo.

Si, por eso es tan importante el “contacto cero” o el más mínimo contacto, porque volver a ver a esta persona y tener información de su vida puede estropear el trabajo de tratar de salir a flote que tanto te costó.

Pero no crean que esta lección la aprendí con este episodio; ahora sí que la etapa de

negociación estaba tomando mucha más fuerza.

Recuerdo que fue una semana muy dura por sentirme rechazada, sustituible y “no suficiente” cada segundo del día.


ree

También me había escrito la manager de mi “dinner show” para decirme que ya mi ex no iba a volver. Y no, no se fue por lo que les conté en el capítulo pasado, si no porque no pudo llegar a un acuerdo satisfactorio de trabajo con nuestro jefe.

Por supuesto que la parte de mí que pensaba que tenerlo cerca todos los días podría

ayudarnos a volver, se sintió muy mal. Pero por otro lado, fue un alivio no tener que verlo todos los días, sabiendo que ya estaba con otro persona y siendo tan seco y evasivo conmigo.

Pero, el hecho de saber que lo estaba “perdiendo” (si, erróneamente creemos que terminar

una relación es como perder un juego, el juego de la vida, y nos sentimos un fracaso),

despertó en mí todos los mecanismos de supervivencia de mi niña herida, que evidentemente no eran los más asertivos, pero en ese momento me parecieron los más lógicos.

Recuerdo que teníamos muchos días sin hablar, pero yo empecé a encontrar cualquier excusa para mandarle un mensaje; cosas como:


•Hablarle de nuestro perro (cuando él ni se preocupaba por preguntar por Max)

•Decirle que había pasado unos días haciendo un estudio bíblico y que quería comentarle de una reflexión que tuve porque me parecía importante (Él era cristiano)

•Preguntarle por alguna película que vimos juntos porque “no me acordaba del nombre”

•Hasta escribí una canción cristiana y le llamé para que me ayudara a ponerle musica (él toca la guitarra)


Prácticamente cualquier cosa que me diera una excusa para contactarle. Pero lo que les voy a contar hoy, creo que fue uno de los intentos de negociación, más pura y desesperada que recuerdo.

Era lunes, mi día libre, mi compañera de apartamento debía trabajar, así que me quedaba con Max a ver películas, comer y básicamente llorar. Ese día estaba lloviendo, así que estuve subiendo a mi perro en la azotea del edificio para que caminara un poco e hiciera sus

necesidades, porque estaba empezando el otoño y hacía mucho frío como para salir a la calle.

Ya cayendo la noche, subí a dejarlo correr un rato y estirar sus patitas mientras yo seguía

revisando el teléfono, tratando de encontrar cualquier cosa que me dijera con quién estaba mi ex, qué hacía, etc...

Si, masoquismo del bueno.

Por eso les digo que mucho de lo que pasa en nuestro mundo emocional, durante el duelo, es nuestra responsabilidad, porque el otro no nos está haciendo cosas, nosotros permitimos que esa información nos llegue y nos haga daño en muchos casos.


Pues esa noche noche no encontré nada, no sabía dónde estaba, no sabía si estaba en

ensayos, lo único que sabía era que los lunes también eran su día libre. Pensé en escribirle y estuve un rato tratando de idear la mejor pregunta para hacerle, que me diera pistas de lo que hacía “sin que se diera cuenta”. No se me ocurrió nada, cualquier cosa iba a ser muy obvia.


La puerta de la azotea no se abría desde afuera, así que cuando subíamos debíamos poner

una piedra para que la sostuviera; mi perro mientras jugaba se puso a mover la piedra hasta

que la quito, y por unos segundos casi nos quedamos encerrados en el techo del edificio con frío y con lluvia.


ree

Por un momento, pensé que nadie hubiese estado para mí para ayudarme a salir, porque mi amiga se había ido a su trabajo, y yo era nueva en el edificio y no sabía hablar árabe.

(Recuerda que vivía en Marruecos)


Mi corazón se arrugó porque recordé que ahora ni siquiera mi ex me habría podido ayudar con eso, cuando por cinco años siempre estuvo para mí. Y allí me llegó una idea tonta, pero en la etapa de negociación nada lo parece.

Casi que sin pensarlo, quité la piedra y dejé que la puerta se cerrara. Ya tenía una excusa perfecta para llamarlo.


Tardo en contestarme, creo que no quería hacerlo, pero al final lo hizo; y por supuesto, todos

mis dotes actorales salieron a relucir; le dije que tenía mucho frío y que no me quería enfermar (soy asmática y él vivió muchos episodios conmigo), le dije que no teníamos la llave, que estaba lloviendo y que mi compañera de departamento no estaba, y que no tenía a nadie más a quien llamar para que viniera a ayudarme.


Él me dijo que gritara, que llamara al conserje, y le mentí diciéndole que ya lo había hecho por más de 10 minutos, y que nadie venía, y por eso en mi desesperación tuve que llamarlo a él, aunque yo “no quería hacerlo”.


Me dijo que estaba en una reunión con amigos y que no quería salir, que estaba haciendo

mucho frío para estar en su moto; pero yo seguí insistiendo que no tenía a nadie más que me ayudara. De hecho, tuve miedo de que me dijera que no, porque realmente no hubiese sabido que hacer para abrir la puerta.

Lo convencí, y muy a regañadientes me dijo “OK, ya voy”. Eso se sintió como una victoria, pero al mismo tiempo agridulce, porque escuché en su voz que realmente no quería estar hacerlo.


ree

Pero una parte de mí se sintió feliz, porque pensó que quizás aún yo le importaba. (Narrativas incongruentes de la etapa de negociación)

Pasaron unos 20 minutos, que se me hicieron interminables entre el frío, la lluvia, el duelo y la ansiedad que sentía por volver a verlo después de un par de semanas.


Escuché a lo lejos su moto llegar, vi desde la azotea cuando se estacionó y entró al edificio. Le costó abrir la puerta porque era muy pesada y se había trabado un poco, pero lo logró; Max se emocionó demasiado al verlo, tenía mucho tiempo sin hacerlo, y los perros no entienden de duelos y separaciones. Cuando lo vi el corazón se me iba a salir; me dijo que por favor tuviera

más cuidado la próxima vez. Cerramos la puerta y bajamos las escaleras, al llegar a la puerta de mi apartamento le di las gracias, y él solo dibujo una media sonrisa en su cara, dijo “buenas noches” y siguió su camino.


Quería decirle algo más, pero no se me ocurrió nada, qué más podría decirle, le pedí que

viniera a abrir la puerta y eso fue lo que hizo, eso era todo lo que había ido a hacer. Me sentí

tan tonta, ¿realmente creía que se iba a quedar a hablar y compartir nuestro día libre? Obvio que no; él solo vendría a hacer lo que le pedí y a seguir con su vida. Lo vi alejarse entre las escaleras sin mirar atrás.

Esto me dejó más dudas que respuestas, ahora no solo no sabía que hacía ni con quien, sino que de paso sabía que eso que hacía era más importante que cualquier otra cosa y que él quería estar allí.


ree

Vaya forma de empeorar un día libre, que ya se sentía pesado por sentirme sola.

Ahora sí que todo el trabajo tan duro que fue mantenerme alejada por dos semanas de toda la información sobre él que me pudieran dar mis allegados, los eche a la basura por ver su

indiferencia durante 5 min.

Y claro, esto debió hacerme pensar: “Gia, que sea la última vez que saboteas tu duelo y tu

bienestar emocional de esta forma”, pero no; porque los días siguientes si que me propuse a

saberlo todo.



ree


Comentarios


bottom of page